Elemental, mi querida Agatha

Publicado en por Manuel Venegas

Agatha Christie
Agatha Christie

Fue pionera del surf y olvidó en Canarias a su marido infiel. Detrás de su austero traje de chaqueta, la escritora más leída de la historia escondía una vida apasionante. Nació hace 125 años

De Agatha Christie ha quedado el recuerdo de una atildada mujer de cabello gris siempre ataviada con discretos trajes que a lo sumo se adornaba con un sobrio collar de perlas. Ella fijó para la retina de varias generaciones el arquetipo de lo que debía ser una escritora porque fue la primera mujer que triunfó de veras en el mundo de las letras. El éxito de Christie fue rotundo, sin fisuras, de esos que no admiten contestación: vendió 2.000 millones de libros, una cifra sin precedentes en el mundo editorial. Si dejamos a un lado la Biblia y las obras de Shakespeare, la británica ha sido la autora más leída de la historia, un mérito ante el que solo cabe el reconocimiento por su intuición a la hora de adivinar las preferencias de los lectores y su talento a la hora de construir historias.

La dama de aspecto taciturno que se asomaba en blanco y negro a las solapas de sus libros o a las páginas de cultura de los periódicos poco se parecía a la que había recorrido años atrás el mundo en compañía de su primer marido. Agatha Mary Clarissa Miller, que tal era su nombre verdadero, fue la hija pequeña de una familia británica acomodada. Tuvo una infancia feliz, como ella mismo reconocería en las dos autobiografías que escribió, y una juventud algo oscurecida por la I Gran Guerra pero aún iluminada por los rescoldos de la brillante estela imperial de su país. Como muchos otros de sus compatriotas sin problemas económicos, tuvo la oportunidad de recorrer el mundo y no la desaprovechó. Pocos años después del fin del conflicto bélico, visitó de la mano de su primer marido, un piloto de combate, lugares como Suráfrica, Australia, Nueva Zelanda y Hawái.

En aquel periplo ya dio muestras de que no era una mujer convencional: en cuanto observó a los nativos deslizándose por las olas de Waikiki, en Honolulu, se apresuró a imitarles y en unas pocas semanas se convirtió en una de las pocas mujeres occidentales, si no la única, capaces de gobernar una tabla de surf. Su determinación a la hora de cabalgar las olas, una actividad del todo inusual en una mujer de aquella época, dice mucho de su carácter y de su capacidad de saltarse las férreas convenciones que guiaban la conducta de sus coetáneos.

Para entonces ya se había estrenado como escritora con un cuento y una primera novela que fueron rechazados por varias editoriales. Pero no era una mujer que se echase atrás. Ávida lectora y atenta seguidora del panorama literario, tomó nota de la buena acogida que el público había dispensado a las primeras historias de Sherlock Holmes escritas por Arthur Conan Doyle y se decidió a explorar la veta del misterio. En 1920 vio la luz su primera novela policiaca, ‘El misterioso caso de Styles’, protagonizada por un pintoresco detective de origen belga y poblado mostacho llamado Hércules Poirot. Después de enviarla sin éxito a varios editores, uno se avino a publicarla si aceptaba cambiar el final. «El único defecto que tiene esta historia es que casi es demasiado ingeniosa», escribiría uno de los críticos del ‘Times’.

Apenas vendió 2.000 ejemplares, pero algo en su interior debió decirle que había dado con la tecla adecuada. Escribió otras dos novelas de intriga, la segunda de nuevo con Poirot como protagonista, a la vez que la relación con su marido empezaba a enfriarse. Su esposo se había enamorado de otra y cuando le pidió formalmente el divorcio pasó uno de los tragos más amargos de su vida. Fue entonces cuando se escapó unos días a Canarias con la esperanza de que el cambio de aires aliviase la herida. Desembarcó en Tenerife en febrero de 1927 y se instaló en el Gran Hotel Taoro, de Puerto de la Cruz, aunque al cabo de unos días puso rumbo a Agaete, en Gran Canaria. Aprovechó su estancia para trabajar a destajo: acabó su libro ‘El misterio del tren azul’ en el archipiélago, que a su vez le sirvió de escenario de dos de sus relatos: ‘El enigmático mister Quin’ y ‘Mrs Marple y los trece problemas’.

La escritura fue la más eficaz de las terapias para curar su herida. «No soy buena conversadora, no sé dibujar, moldear o esculpir, no puedo hacer las cosas deprisa, me resulta difícil decir lo que quiero, prefiero escribirlo», confesó. Con el tiempo desarrolló una disciplina de trabajo que le llevó a convertirse en una de las autoras más prolíficas de la literatura: entre novelas, relatos, obras de teatro y libros autobiográficos, su producción suma 85 títulos.

Desaparición misteriosa

Pese al bálsamo que le procuraba la pluma, la ruptura con su primer marido le dejó una profunda cicatriz en el alma. La depresión en la que cayó está detrás del episodio más misterioso –y controvertido– de toda su trayectoria: su desaparición durante diez días en diciembre de 1926, un suceso que movilizó a más de un millar de policías y a 15.000 voluntarios y que llevó a su colega Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, a contratar a una médium para que la localizase. Apareció al cabo de once días y alegó que había padecido una amnesia derivada de una crisis nerviosa, un argumento refutado por quienes vieron en el suceso una simple estratagema para ganar popularidad.

Su primer gran éxito le llegó en 1926 con ‘El asesinato de Roger Ackroyd’, que sentaría las bases de un nuevo modelo de novela policiaca. Convertida ya en una escritora popular, viajó a Oriente Medio y allí entabló relación con un arqueólogo con el que terminó casándose en 1930. Aprovechó su familiaridad con las ciudades turcas y persas para ambientar sus historias en ellas, a la vez que procuró documentarse profusamente sobre detalles técnicos para dar mayor credibilidad a las tramas. De gran valor en ese sentido le resultó el desempeño de tareas de asistencia sanitaria durante las dos grandes guerras, en especial por el conocimiento que adquirió en materia de sustancias tóxicas y venenos gracias a su contacto con los servicios farmacéuticos.

El secreto del éxito de sus novelas, traducidas a 70 idiomas, tiene mucho que ver con una preparación a fondo de los argumentos y una cuidada selección de los personajes. La invitación a anticiparse a las pesquisas del investigador que está implícita en todas sus obras le valió la complicidad de cientos de miles de lectores que cayeron rendidos ante novelas como ‘Diez Negritos’ o ‘Asesinato en el Orient Express’. La primera terminó siendo la obra policiaca más vendida de la historia. A pesar de que el paso del tiempo y, sobre todo, la aparición de nuevos escritores han relegado a un segundo plano la obra de la británica, sus libros siguen teniendo gancho en el panorama editorial contemporáneo. «Agatha Christie se vende mucho y bien», dicen desde Espasa, la editorial que tiene los derechos de autor en castellano de sus novelas más populares. Como diría Sherlock Holmes, el personaje de su colega Conan Doyle: «Elemental, mi querida Agatha».

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