España oro; Gasol inolvidable

Publicado en por Manuel Venegas

Gasol eleva los brazos la lado de la mejor España.
Gasol eleva los brazos la lado de la mejor España.

Pau Gasol, 25 puntos, 11 rebotes y 10 faltas forzadas, se encumbra con otro oro y un MVP a sus 35 años en un torneo inolvidable

Si aquel mundial de 2006 fue el oro de todos los tiempos, si el del europeo de 2009 el que culminaba una vida de empeño y el de 2011 el que confirmaba la era española, el que brilló en el Pierre Mauroy de Lille es el oro del corazón. El dePau Gasol y el de la tropa que le siguió como a un mesías, creyendo durante el trayecto en su 'mentira' hasta hacerla realidad. Esa de que, pese a todo, ellos eran más fuertes, la de que juntos podrían con cualquiera. También liquidaron a Lituania, redondeando el éxito, esta vez sin tantos sufrimientos. Ellos han hecho pedazos su epitafio, ellos se han desligado del pasado reciente para hacerse únicos, la selección de 2015 ya para siempre, la que demostró que el futuro sin la generación de los genios que hicieron a España eterna puede ser también ilusionante. [Así le narramos una final para la historia: España 80- Lituania 63]

La España de Gasol sí, también la España de las ausencias, la España del mazazo en la Copa del Mundo y la España de Sergio Scariolo. De ninguna virtud ni de ningún complejo debe desprenderse el rey de Europa, porque con ellos en la mochila se elevó hasta los cielos, hasta enganchar a un país, hasta reivindicar el baloncesto, su baloncesto. Hablemos de superación, la de un equipo que acudía a uno de los europeos más duros de los últimos tiempos, con la exigencia olímpica, desde la desilusión de 2014, desde el poco refuerzo moral que inyectaban las seis bajas, desde una primera fase trampa, desde las dudas iniciales... hasta el punto de inflexión contra Alemania en Berlín.

Pero sin oro todo se atenúa y Lituania era un peligro. Como España, había llegado a la cima a base de pura competitividad. Un falso tapado, pues siempre están ahí, pura fe. En silencio, unas veces más talentosos, ahora con bajas como la deMotiejunas y Kleiza, durísimos y conjuntados. Plata en el último Eurobasket, semifinalista en la pasada Copa del Mundo. Un país detrás, que les exige y les impulsa.

La perfección defensiva

Pero, evidentemente, después de batallar contra monstruos como Grecia y Francia, de elevar hasta rozar la perfección sus cotas defensivas, España acudía con un impulso que era demasiado para un rival no tan fiero. Insistió Scariolo en los días previos en la "concentración" y ni un resquicio de despiste mostró su equipo en el amanecer. Muestra de la madurez del grupo, de su progresivo crecimiento, fueron las cuatro primeras jugadas, todas acabadas en canasta, todas ensayadas, bloqueos ciegos, cortes, pases milimetrados, como una ballet de forzudos.

Pero donde de verdad la selección estaba encauzando la tarde era en la zaga, que lo ha sido todo en el torneo. Su talón de Aquiles en los malos tragos, su resorte en los heroicos. El primer cuarto fue un máster: encajó ocho puntos, forzó siete pérdidas y sólo necesitó cometer dos faltas. Culminó su pequeña obra con dos tapones (Claver y Felipe).

La segunda unidad -emergió San Emeterio, que no jugaba desde octavos-, mantuvo la puja. Es más, al poco del retorno de Pau se estiró hasta la máxima la ventaja (34-18, min. 16). Todo funcionaba: el poderío de Pau ante Valanciunas, los triples de Mirotic, la aparición de Rudy con dos espléndidas acciones. Pero era demasiado pronto para enterrar a esta Lituania en la que cualquiera es capaz de sacarse un triple de la chistera. Lo hizo Seibutis dos veces y otro al final, sobre la misma bocina, el madridista Maciulis para acercarse a una distancia (41-33) que no admitía ningún tipo de relax.

Un espejismo de rebelión báltica

El duelo ya no era un paseo, pero en el barro tampoco se mueve mal este grupo. Se diría que el despertar báltico le vino bien. Pues otra vez se puso el mono de trabajo, la defensa para frustrar cualquier atisbo de rebelión. Los arácnidos brazos de Rudyen ebullición, Llull y Ribas como depredadores, y Felipe con todos sus arrestos para ayudar a Pau en el rebote. Tal progresión ha mostrado España, que pareciera que el Eurobasket se le acabara demasiado pronto.

Un sprint más y se disparó la máxima, ya divisando el dorado horizonte. Significativamente, fue un triple de Claver (60-42) y merece un pausa para el elogio al tantas veces criticado. Si meritorio fue su Europeo, puntualmente clave en los partidos decisivos, ayer se permitió el lujo de desmelenarse, de recuperar la sonrisa, de sentirse un ratito importante (siete puntos y seis rebotes en 14 minutos). Fue el grito de reivindicación de un tipo que siempre habla bajito y que ha sonreído más que nunca estos días. Que se ha ganado el derecho a seguir siendo parte del futuro. Que, por un momento, se hizo omnipresente, tocando cada rebote, permitiendo mantener bien lejos a una Lituania ya impotente.

La única mala noticia había sido el brutal golpe que Rudy sufrió en su maltrecha espalda en un bloqueo de Jankunas. Saltaron las alarmas, otra estampa imborrable de esta final el balear tendido en el suelo, incapaz de levantarse. Ha sido un calvario para él el Eurobasket, aunque al menos pudo regresar para los festejos.

Fue un triple de Llull, tras una jugada en la que el balón volvió a moverse con maestría, la que iba a certificar el triunfo (69-54) todavía a falta de tres minutos. Había sido el desenlace el menor de los agobios para España, quien lo hubiera dicho. Esta vez no sufrió, esta vez no necesitó una proeza de Gasol (aunque 25 puntos y 12 rebotes...) y aumenta el sabor del oro esa tranquilidad de dominar, como cuando éramos infranqueables. Entonces y ahora, una selección que emociona, para siempre su furia y su recuerdo.

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